A veces un artista poco conocido o que se le ha dado poca relevancia en la historia del arte, resulta que es mucho más interesante y te hace disfrutar más con sus obras que otros de «primera fila». Y si además te lo presentan en una exposición bien comisariada, con un número de obras significativas, con un discurso sólido y coherente, te vas a acabar enamorando del artista y de su obra. Esto me ha ocurrido con la nueva exposición del Museo Carmen Thysssen de Málaga dedicada a Fco Iturrino, el llamado «fauvista español», apelativo que se queda muy corto tras ver su obra y su trayectoria. Trayectoria que además pasa por unos veranos en el Jardín de la Concepción de Málaga donde se enamora de la luz del sur, pintando este paraíso verde malagueño un numerosas ocasiones. Déjame que te cuente y veras como vas al Carmen Thysssen a verlo…

«Francisco Iturrino, la furia del color» es básicamente una puesta en valor de este pintor coetáneo (y amigo) de Picasso o Matisse, que ha estado años «ignorado» por circunstancias más comerciales que de rigor artístico (su obra estuvo años en mano de un marchante de arte que no la «movió» y la tuvo guardada). Y cuando digo puesta en valor no es contarte con bonitas palabras lo buen pintor que era, es poner su obra junto a otros artistas de la misma época y contexto para que alucines con la obra de Itutrino. Lo vas a ver con tus propios ojos junto a buenas obras de Zuloaga, Canals o Juan de Echevarria (incluso han traído un Matisse) y vas a alucinar. Pero primero un poquito de biografía por eso de que es menos conocido…

Francisco Iturrino nació en 1864 en Santander y a los diez años se mudó la familia a Bilbao considerándose culturalmente un pintor de origen vasco, pero su vida fue de viajero infatigable por lo que ya veréis en su obra que es un pintor del mundo. Lo mandan a Bélgica a estudiar ingeniería pero como le pasó a muchos niños de familia bien, quiso ser artista en un momento de increíble esplendor artístico en Francia. Pronto dejará la carrera y se traslada a París donde vive con la comunidad vasca y catalana de artistas del final del siglo XIX (Zuloaga, Durrio, Canals, Anglada-Camarasa etc) además de Picasso. Así que de entrada por nacimiento y generación pintaba como se pintaba en la España negra de final de siglo, es decir muy triste y oscuro. Pero conoció el impresionismo (enamorandose de la obra de Cezane) y a Matissse y su paleta estalló en colores y nunca mas uso el negro en sus cuadros. Desde ese momento, rozando el principio del siglo XX viaja frecuentemente a Euskadi, Castilla, Andalucía, Tánger y vuelta a París utilizando una pintura en facetas como la de Cézanne pero con los rabiosos colores de Matisse. Aunque si veis su pintura descubriréis que aunque es verdad que tiene de los dos, Iturrino es Iturrino.

La exposición está dividida en tres zonas o temas que son más o menos cronológicas. «Español en París, Parisino en España», «Un salvaje en el Sur» y «El pintor en su paraíso» . La primera de ellas es la que más me ha sorprendido por como se ha montado, porque ves su evolución desde esa pintura negra hasta que el color es el eje de sus cuadros con sueltas pinceladas llenas de reflejos y vibrantes matices. Aunque casi toda la exposición es en la planta tercera, sus cuadros de la España negra se han quedado en la segunda planta, donde suelen estar junto a obras de Darío de Regoyos en un diálogo con el fin de siglo de la colección permanente de este museo. Pero cuando llegas a la tercera planta, empiezas a ver el Moulin Rouge, el rió Sena o el café de Paris tanto de obras de Iturrino como de Anglada-Camarasa que son muy copia de los impresionistas de primera generación aunque todo un poco más negro… pero pronto empieza lo bueno.

Y lo bueno es una pared llena de gitanas y manolas bañándose, o pasando el día en el campo con blancos ropajes pintados con azul, la verde hierba con morados y una pincelada fresca, suelta, maravillosa. Y aun en esta primera parte, debéis buscar una hilera de bustos de mujer de varios artistas diferentes , todas mujeres en primer plano para que veamos el mismo tema en distintas manos. Oscura y retraída la mujer de Nonell, o de Juan de Echevarría, descarada y luminosa la de Zuloaga y moderna y rabiosa de color la de Iturrino que parece fauvista… tres años antes de que empezara el fauvismo. Es todo un descubrimiento la obra de Francisco Iturrino de la mano del Museo Carmen Thysssen de Málaga. No te lo muestran, te lo demuestran.

«Un salvaje en el sur» es la segunda parte cuando Iturrino empieza a viajar a Sevilla, Córdoba y Tánger haciendo alguno de estos viajes con Matisse con el que disfrutó de una importante amistad. Empieza la luz y las mujeres desnudas, que en un primer vistazo parecen descaradas y vulgares pero que si miras despacio descubres que es solo una excusa para jugar con los reflejos de la piel y el color. Con fondos de drapeados que tiene más de telón que de sillón, con obras de trazo rápido vigoroso, violento pero muy estudiadas (hacía muchos bocetos). Su obra no es casual, está preparada pero es muy agresiva con el color… lo que te sorprende porque nada más empezar la exposición hay un retrato de Iturrino hecho por André Derain y se ve un tipo alto, tosco, vestido de oscuro con cara de muy serio como según dicen que era. No le pega tanta furia del color.
Pero no solo crece su pintura con mujeres desnudas, porque hay una zona de jarrones de flores absolutamente deliciosa comparando obras de Matisse con la de Iturrino o con la de Ortiz de Zarate (otro espectáculo de colores) y Juan de Echevarría. Es la zona de sus viajes y sus compañeros de viajes, de experimentación, de hacer el loco, de luz del sur cuando viaja a Tánger o Sevilla donde estuvo varias veces con Matisse.

«El pintor en su paraíso» es la última temática de esta exposición y para mi, como enamorado del Jardín de La Concepción de Málaga es una de las zonas que más me han gustado. En 1913 Iturrino pasa el verano en La Concepción de Málaga y se enamora de sus palmeras, su fuentes y sus cien verdes comenzando a pintarlo con mucha frecuencia tanto como un mero paisaje como lleno de bellas mujeres . Es una etapa de plena madurez como pintor, sintetizando en esos paisajes del bello jardín malagueño todo lo que ha aprendido y evolucionado en cuanto a pincelada y colores. Son obras exquisitas donde se aprecia muchas de las zonas más iluminadas del jardín, la estatua de la ninfa, el estanque del tritón o la cascada de mosteras. Y lo llena de mujeres semidesnudas, sonrientes, como en un paraíso idílico, bailando o jugando sobre la hierba. Los verdes se vuelven azules y naranjas en un juego de la luz muy estudiado, pero que parece totalmente espontáneo.Con obras de gran formato y títulos tan sugerentes como «El jardín de lesbos», La primavera» o «Mujeres desnudas jugando al corro» me quedaría horas recorriendo las curvas de los sinuosos caminos de la Concepción.

Pero también hay cuadros de La Concepción de pequeño formato, de ejecución rápida y algunos muy abocetados con pocos detalles, como realizados de memoria tiempo después ya en otro lugar. Parece que su mente se escapaba de vez en cuando a la Concepción en sus últimos años donde una enfermedad lo atormento y lo apartó de sus viajes recluyendo en casa. El paraíso es un jardín de Málaga con nombre de mujer
Esta exposición termina con un detalle exquisito que refleja el discurso bien estructurado de la misma en la que compara la luz y el color de Iturrino con artistas de su generación. El detalle exquisito al que me refiero es que tras inundar tu retina de colores del jardín y mujeres desnudas sonriendo y bailando, la exposición termina con un gran cuadro de Daniel Vazquez Diaz de «Bañistas» que también son mujeres desnudas. Pero aunque el cuadro es magnífico en técnica y composición, enseguida te chirrían las neuronas por la sobriedad, la oscuridad y la seriedad que reflejan. No hace falta acercarse a la cartela, se ve de lejos que no es un cuadro de Iturrino… Y a esto me refiero, la exposición está tan bien argumentada y estructurada que un autor casi desconocido cuando empiezas en la primera sala, terminas identificando perfectamente su pincelada y su color al final de las mismas. Yo voy a los museos a disfrutar pero también a aprender y con exposiciones como estas es todo un placer ir de Museos por Málaga. ¡No os la perdáis!

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