He tenido que recopilar fuerzas para hacer esta segunda parte de la exposición anual de la Colección del Museo Ruso de San Petersburgo en Málaga (2019), porque la variedad de obras y temas de esta exposición solo es comparable con la belleza y fuerza de muchas de sus obras. Me impulsa la gran aceptación que ha tenido la primera parte, llegándome mensajes privados con críticas muy buenas a pesar de mis limitados conocimientos en el arte ruso. Pero esta exposición va más allá del arte, va de personas, va de reflexionar sobre el papel de la mujer en la sociedad (aprovechando el arte). Y reflexionar sí que sé y esto es lo grande de esta exposición, que plantea muchas preguntas mientras te sumerges en salas llenas de obras de primerísima calidad. Vamos pues a bucear un poco más…
Tras las Emperatrices nos sumergimos en una sección con un nombre muy peculiar: “Destinos de mujer”. Y son los destinos de mujer en el arte ruso fiel reflejo de la sociedad del siglo XIX, que es donde más se cultivó los cuadros costumbristas y sociales. Así que a izquierda tenemos cuadros sobre el matrimonio y a la izquierda la viudedad y los trabajos reservados a las mujeres… ya he dicho que es arte para pensar. Nos encontramos una “Joven viuda” (1865) de K. Maikoski muy teatral y expresivo que contrasta con el cuadro de su maestro Pavel Fedôtov justo al lado, que es otra “Joven viuda” (1851), más comedida y dulce lo que la hace menos “real”. Atentos a que la de Fedôtov es viuda de soldado y va a perder la casa y la paga, por eso tiene los enseres apilados. Pero no es el destino más duro que los trabajos reservados a las mujeres se muestran con dureza y en medio de la pobreza más absoluta. Que nadie se pierda las “Lavanderas” (1898) de S. Arjípov, un cuadro espectacular donde el punto de fuga, el vapor y el contraluz hace que te ahogues nada más verlo. Un cuadro muy bien resuelto consiguiendo solo con grises un alto contrastes de una imagen creíble y muy duras.
Justo enfrente a las viudas y las mujeres trabajadoras, las chicas que se casan con hombres mayores y acuden llorando al altar. Otro destino de mujer, otro tema controvertido que se aborda desde el arte sin miedo. Y aunque hay cuadros llenos de color y costumbrismo como “Viendo a la novia” (1861) de N. Petrov, el tema aquí es la indefensión y vulnerabilidad en el hogar. Buscad sino el cuadro “Suegro” (1888) de V. Makovski y decidme…Pero no nos queda un mal sabor de boca este pasillo porque el último cuadro, lleno de color, muestra una anciana encorvada bajo un gran manzano corvado y frente a ella una joven niña espigada y grácil junto a un manzano nuevo. El cuadro se llama “Bajo el viejo manzano” (1969) de D. Zhilinski y su luminosidad, alegría y color nos arranca una sonrisa y un poquito de esperanza. Un buen final de un pasillo complicado.
Seré más breve en el resto de secciones, pero este pasillo estrecho y de oscuras obras que termina en un cuadro lleno de luz me parece de lo mejor de la exposición y así lo cuento. Además, las dos secciones siguientes son para sentarse a descansar pues las ideas son más suaves… y además hay bancos en cada una de las salas.
“El pintor y su modelo” son los clásicos retratos donde abundan mujeres en su mayoría familiares de los artistas o algunas de sus musas más habituales. Creo esta sala complementaria a la de “Creadoras” que veremos más adelante y aunque también son retratos los han querido diferenciar. En esta sala de modelos recomiendo sentarse y descansar un poco viendo la variedad de estilos en cuanto a pintura, tamaño, ropa etc que podemos ver incluido las esculturas. Las mujeres siempre han sido “musas” para los hombres y aunque actualmente esta imagen se intenta evitar si es excluyente sobre la mujer creadora, la realidad es que sigue estando muy presente en el arte. Mi favorito aquí es el “Retrato de una desconocida” (1908) de Nikolái Fechin porque este artista pintaba con el pincel, restregaba con los dedos, rascaba con cuchillas para al final conseguir unas pinceladas (por llamarla de alguna forma) llena de expresividad, fuerza y riqueza de matices. Una maravilla.
Pasamos ahora a los “Desnudos” en los que lejos de encontrar imágenes que convierten en objeto a la mujer, encontramos desnudos en la naturaleza, en baños, sauna, etc. Es decir, la belleza del desnudo femenino como parte de situaciones cotidianas. Una vuelta de tuerca a mostrar la belleza de la desnudez femenina porque si, sin connotaciones, sin excusas mitológica o religiosa, sin la mirada del hombre que no aparece en un solo cuadro de esta sala. Incluso hay mujeres que no están desnudas y no te das ni cuenta porque el tema es la belleza realmente mostrada en la desnudez de la mujer… y también vestidas.. Igual estoy viendo más allá de la intención de la comisaría, puede ser, pero que es el arte es un espejo donde mirar el mundo… aunque eso solo ocurre cuando el arte es bueno y está bien expuesto, algo que en este museo siempre está asegurado. Anotad la cantidad de mujeres pelirrojas que hay en los cuadros de desnudos porque tiene su connotación en el arte.
Pasamos a la sala de “Creadoras” con retratos de mujeres que en su mayor parte son artistas, relegadas en algunas épocas a clases “diferenciadas” en las escuelas de Bellas Artes . Pintoras, escritoras, incluso una bailarina y una actriz que entiendo están presentes porque en la cultura rusa a los intérpretes se les trata también como artistas. De hecho en la cartela del “Retrato de A. Ya. Shélest” (1947) de V. Oréshnikov se explica los muchos reconocimientos y medallas estatales que recibió por su arte. También quisiera llamar la atención de que han colocado una hilera de cuadros de formato cuadrado muy similar a como están colocados los iconos rusos… son las nuevas mujeres, los nuevos modelos a seguir, las nuevas vidas icónicas que ya no son santas del embarazo o de las tareas del hogar como vimos en la primera sección de esta exposición.Terminaré esta sala con un cuadro que me ha encantado y que en realidad pertenece a la última sección de maternidades pero se ve que en esa sala no les cabía. Es el “Retrato de Lidia Ribakova y Olga Ribakova” que presenta una composición muy clásica con la madre sentada pero un fondo propio del cubismo analítico, aunque muy coloridos lo que lo mete en el futurismo, construyendo un espacio a base de facetas planas con una imagen efectista y muy pictórica. Una gran exposición.
Y ahora una sorpresa porque tras cientos de cuadros, esculturas y jarrones imperiales al más puro estilo de un gran museo tradicional… aparece la fotografía. Una sala pintada en negro con una luz muy cuidado para evitar reflejos y un solitario banco crean en la sección de “Fotografías” la necesidad de hacer silencio. Y cuando te asomas a las primeras imágenes de ancianas con mil arrugas, en sus tareas, en sus pueblos perdidos con esos ojos de sabiduría y una dura vida cumplida las ganas de hablar se van y empiezas a disfrutar. Esta sala, una de mis favoritas de esta exposición están llenas de relatos visuales, de historias de una sola imagen, de miradas, de desenfoque selectivos, de escenas robadas como versos sueltos que la cámara y la comisaria ha unidos en un solo poema. No sé cuántas fotos hay pero sé cuántas vidas :todas. Están todas las edades del hombre, perdón, todas las edades de la mujer que es la idea sobre la que está montada esta sala.
La exposición termina de forma magistral y dulce con la sección “Madres”. Pero atentos que no se llama “maternidades”, se llama “madres” y las imágenes expuestas no son las típicas madre con un niño en los brazos, si no madres bañando a los críos, besándolos, dándoles de mamar, haciéndole papillas etc. Imágenes activas, exentas de ñoñería idealizada de la maternidad y una vez más exentas de figuras masculinas que están ausentes de forma absoluta de toda la exposición. Una sala en la que se escucha música clásica gracias a un vídeo final que no ves hasta que termina todo pero que oyes nada más entras. Imágenes de mujeres refinadas de ciudad junto a mujeres humildes, mujeres nómadas en tiendas de campaña, mujeres esquimales, mujeres ganaderas etc. Buscad la “Madre” (1902) de Aleksandr Moravov con una pincelada impresionista en una imagen doméstica muy fluida que capta perfectamente el calor del hogar. Confieso que la luz de “La mañana” (1904) de Borís Kustódiev me ha cautivado mientra escuchaba la música en la sala pero he saltado a la sonrisa de la mujer dando el pecho en la “Maternidad” (1937) de Kliment Redko.
La sección “Madre” termina de una forma en mi opinión muy significativa que además es el fin de la exposición. El final son dos cuadros de estilo, composición, mensaje y hasta color muy diferentes. Son “Más allá del círculo polar ártico” (1967) de A. Yákovlev y “Maternidad” (1980) de N. Andrónov y realmente no pegan nada uno junto al otro y eso me ha hecho mucho que pensar. Porque una exposición tan cuidada, equilibrada y armónica no puede terminar asi, por lo que entiendo es la firma. Una firma que dice que reinas, santas o trabajadoras, tan diferentes todas ellas en su imagen, tan distantes en tantas cosas (como nos muestra el arte ruso), están todas unidas por una sencilla palabra que tantas cosas encierra: ser mujer.
Me ha encantado vuestro articulo y me ha sabido a poco pero ya sabeis lo que dice el dicho «si lo bueno es breve es dos veces bueno». Me gustara volver a leeros de nuevo.
Saludos